Siendo sincera, en la asignación de plazas Huitzomel no fue mi primera opción, ni la segunda o tercera; más bien fue algo así como lo que me dejaron (y lo más cercano a mi Guzmán o mi Colima).
El primer mes fue una mezcla de emoción y depresión y ni hablar de lo enferma que me puse la segunda semana, pero en fin viví dos semanas en la escuela hasta que una familia decidió "adoptar a la maestra".
Últimamente las semanas se me hacen cortas, las comidas muy buenas y, aunque sigo en proceso de adaptarme a bañarme en pleno frillazo, espero que sirva para mejorar mi poca salud.
En fin, en Huitzomel hay muy poca luz en las noches, debo usar mi linterna de minero para salir, pero el jueves la lunota me hizo sentirme muy a gusto.
Ah, se me olvidaba, ahora si puedo decir ¡Por fin es viernes!
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